Cuando la ceguera no es la única barrera en el adiestramiento de perros guía

Woman and dog guide in harness stand in front of a sign reading, “St. Augustine Light Station 1874”

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Nota del editor: Alexis Read comparte su recorrido hasta encontrar una escuela de perros guía que adaptara la formación y las herramientas a sus capacidades específicas como mujer con visión reducida y otras discapacidades.

 Nací con una discapacidad visual y otras discapacidades que me afectaron física y neurológicamente.  Mi discapacidad visual dificulta mi visión central y periférica, lo que complica mi desplazamiento de forma independiente.  No puedo ver puntos de referencia a menos que sean bastante grandes, y tampoco puedo leer los carteles de las calles. 

Físicamente, tengo parálisis cerebral leve.  Esto afecta más que nada a mi equilibrio.  Tengo dificultades en terrenos irregulares y en escalones sin pasamanos.  También son útiles la repetición de nuevas tareas, los enfoques prácticos del aprendizaje y la instrucción paso a paso.

Además, tengo un trastorno del procesamiento espacial.  Esto significa que cuando giro en una ruta, me cuesta seguir los puntos de referencia.  Por ejemplo, si mi casa estuviera a mi derecha y yo girara a la derecha al final de la vereda, me costaría mucho saber dónde está mi casa en relación con mi posición actual.  No tuve confirmación profesional de este problema de procesamiento espacial hasta 2007, cuando el representante de campo que realizó mi segunda entrevista domiciliaria para un perro guía lo mencionó.  Me aseguró que este problema y un perro no eran “mutuamente excluyentes”. 

Obstáculos

En septiembre de ese año, asistí a clases en la escuela de perros guía donde me habían aceptado.  Desde el principio de la formación, se pusieron de manifiesto varios problemas relacionados con mis diversas discapacidades. 

Pocos días después de conocer a mi nuevo compañero canino, me entregaron un bozal de control.  El instructor me mostró una vez cómo colocárselo al perro.  Después de la rápida instrucción, salió de la habitación esperando que yo, de forma independiente, pusiera el bozal de control en el perro y me reuniera con él en el comedor.  Como necesito varias repeticiones para aprender una tarea, me costó mucho ponerle el bozal de control al perro.  Unos 20 minutos después, el instructor me encontró en un charco de lágrimas sobre mi cama.  Con brusquedad, le puso el bozal de control al perro y esperó que me recompusiera. 

Más tarde, esa misma semana, me costó ponerle el arnés al perro.  El arnés no era un simple arnés.  Tenía hebillas y requería otras habilidades que nunca había llegado a dominar cuando trabajaba con un terapeuta ocupacional de pequeña.  El instructor siempre estaba apurado cuando volvíamos de los viajes y seguía quitándole el arnés al perro por mí.  Decía que me enseñaría a hacerlo, pero nunca lo hizo.  Finalmente, un supervisor se involucró y me dio un perro de madera para que lo utilizara a modo de práctica.  Al no tener instrucciones paso a paso, tuve muchas dificultades con el arnés, incluso con el perro de madera.  No fue hasta meses después, durante mi posgrado, que finalmente aprendí a poner y quitar correctamente el arnés, gracias a una especie de consulta improvisada con un terapeuta ocupacional. 

Autodefensa

Debido a nuestros problemas de comunicación, opté por solicitar un cambio de instructor, pero me resultó extremadamente difícil abogar por mí misma.  Expliqué a la administración todos los problemas que había experimentado de forma detallada.  Después de que el administrador accediera a cambiarme de instructor, me di cuenta de la importancia de defenderme de inmediato, por muy intimidante que pueda resultar.  Es importante que todos aboguemos por nosotros mismos en cuanto nos damos cuenta de que existe una necesidad.  Puede ser difícil, pero la gente de la administración quiere lo mejor para nosotros.  Si hablamos con educación y nos basamos en hechos reales, es probable que nuestro pedido se tome en serio.  Cambiar de instructor era un pedido razonable por mi parte, ya que había varios instructores disponibles. 

Elegir una escuela de perros guía

En 2013, cuando me di cuenta de que quería ahondar en el estilo de vida con perros guía una vez más, busqué una escuela que tuviera experiencia con personas con varias discapacidades.  Este fue mi principal criterio para elegir una escuela. 

La escuela que finalmente elegí tiene un programa de formación especializado para personas con varias discapacidades.  Había hablado con graduados de la escuela y estaba satisfecha con los servicios que ofrecían, así como con el trato que daban a cada estudiante como individuo.  El representante de campo consideró que no necesitaría el programa de formación especializada, sino que podría tener éxito en el programa general de clases.  Habiendo recibido dos perros de esta escuela, estoy totalmente de acuerdo con su evaluación.  Aunque el programa general de clases no está diseñado específicamente para personas con discapacidades adicionales, el personal docente tiene muchos conocimientos sobre cómo trabajar con personas que tienen capacidades diferentes, visuales o de otro tipo.

Una experiencia de gran calidad

Desde el primer momento en que llegué a esa escuela, me trataron bien.  Me prestaron atención como persona y tuvieron en cuenta mis necesidades.  Por ejemplo, a todos los estudiantes se les entregaba un collarín.  Me costó mucho ponérselo correctamente al perro.  Mi instructora se dio cuenta de lo que estaba pasando, así que me ofreció otro collar para sustituir el collarín.  Este collar es mucho más fácil de usar, pero igual me costó un poco manejarlo.  La supervisora de la clase intervino y me ayudó mediante la instrucción mano a mano.  También encontró una forma de que yo recordara la dirección correcta para ponerle el collar al perro. 

Una semana antes de que empezara mi clase, recibí una llamada de la instructora que me habían asignado.  Hablamos más específicamente de los entornos en los que suelo desplazarme.  Le expresé mi preocupación por subir y bajar escalones sin barandilla.  Me dijo que trabajaría con mi nuevo perro y conmigo en esta habilidad durante el adiestramiento.

Durante la última semana de formación, mi instructora cumplió su palabra y trabajó con nosotros en escalones sin barandilla.  Aprendí a utilizar al perro como apoyo durante esta maniobra apoyando ligeramente la mano en el hombro del perro.  Contar con este apoyo me permitió sentirme mucho más segura con esta habilidad.  Durante el tiempo que trabajé con este perro, me encontré con muchos escalones sin barandilla.  Esta técnica de apuntalamiento me permitió sentirme segura y más independiente en estos entornos. 

Palabras de sabiduría

Si tiene varias discapacidades, elegir la escuela de perros guía adecuada es una parte importante del proceso de toma de decisiones.  La escuela debe tener experiencia en trabajar con personas que tienen diversas excepcionalidades además de la ceguera, porque cada discapacidad es única.  Las personas que tienen la misma discapacidad también pueden tenerla de manera única. 

Estoy muy feliz con la elección de la escuela y con las dos experiencias de formación en esta escuela.  El adiestramiento de perros guía es emocional, tanto si la persona tiene varias discapacidades como si no.  Si tiene diversas excepcionalidades, no se complique más asistiendo a una escuela de formación con poca experiencia en estas situaciones.