Siete momentos embarazosos vividos como cajera ciega y con pérdida auditiva

grocery store checkout aisle with a line of customers

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Nota del editor: Este blog fue publicado originalmente en APH VisionAware. Agradecemos a Amy por compartir sus consejos y su buen humor sobre trabajar siendo una persona con baja visión y que utiliza audífonos.

¿Quién iba a imaginar que trabajar como cajera en un supermercado podría ser desafiante, gratificante, divertido y, en ocasiones, gracioso? Me tomó tiempo encontrar mi lugar, pero ahora que lo he encontrado, no puedo imaginar trabajar en ningún otro sitio.

Interactuar con el público

Trabajar con el público me ha transformado. Mi experiencia ha sido todo menos aburrida. Me ha sacado de mi zona de confort y ha llevado mi capacidad de hablar por mí misma y por los demás a un nuevo nivel.

Escanear productos

Escanear un UPC me permite hacer mi trabajo. Una vez que aprendí la ubicación de los códigos de barras, gané velocidad. Cada vez que escaneo un artículo, suena un timbre que me indica que ha sido escaneado y paso al siguiente artículo. Así que, a pesar de mi mala audición, trabajo principalmente por el sonido. No necesito mirar el producto. Si oigo dos tonos seguidos, significa que un artículo se ha escaneado dos veces, y tengo que anular un artículo. Bromeo diciendo que mis coordinadores deberían llamarme la «Reina de las anulaciones». Pero a mis sesenta y tantos años, llegar a la realeza no me parece tan mal.

Momentos memorables

La mayoría de mis momentos embarazosos y divertidos han sido consecuencia de mis problemas de visión o audición. Fíjese en la estrecha relación entre la cajera y el coordinador – el solucionador de problemas de la parte delantera. Estas son algunas de las anécdotas más memorables de mi trabajo.

La pose del discurso de Lincoln

Al principio, tuve un incidente con un hombre mayor de barba. Escaneé su repollo. Desafortunadamente, en ese momento, mi lupa no era lo suficientemente potente como para identificar fácilmente las imágenes o incluso los pequeños nombres debajo de las fotos de los productos. Casi podía ver la palabra, pero la claridad me eludía. Debí haber tocado la imagen equivocada. Los ojos de águila del caballero detectaron el nombre desconocido en su lado de la pantalla. «¿Qué es esto de Napa? ¡No compré nada con Napa! ¡Quítalo!».

«Claro que sí. Señor. Al final….»

En aquel momento, el proceso para anular un producto parecía complicado. La cajera debía volver a ingresar el artículo, sumar el número mayor a lo que pesaba y luego anularlo. Pero yo no podía ver el peso. Tampoco sabía qué significaba Napa. Pensé en llamar a un coordinador una vez que escaneara todo lo demás.

El hombre levantó la mano y gritó: «¡Coordinador! ¡Coordinador! Pasillo 11». Hizo una pose con el dedo índice levantado. Se veía exactamente como Abraham Lincoln. Esperaba escuchar «Hace cuatro décadas y siete años…» Pero luego comenzó a agitar la mano para llamar la atención del coordinador. No solo corrieron hacia mi caja desde todas las direcciones, sino que otros cajeros y clientes se detuvieron en medio de lo que estaban haciendo.

Oye, ese es mi trabajo. Tenemos un procedimiento establecido: levantar el teléfono del intercomunicador, presionar un código y pedir ayuda. No puedes saltarte todo nuestro sistema.

Pero funcionó, y eso era lo único que le importaba. De hecho, tres coordinadores vinieron corriendo, probablemente preguntándose cuál era la emergencia. Lo siento, es solo una anulación. En cuestión de segundos retiró la col de Napa y puso en su lugar la col verde. El señor de barba ejó de resoplar, pero sus ojos de águila no abandonaron el monitor durante el resto de nuestra transacción. Se me pasó la indignación y recuperé el sentido del humor.

Sin embargo, «Lincoln» nunca volvió por mi línea. También rme dieron una lupa más potente.

El resplandor

Mientras cobraba, una joven me arrebató de repente la bolsa de donuts de las manos. Puso sus propios dedos de forma protectora alrededor de la bolsa que depositó en la repisa para firmar cheques. «No. Toques. Mis. Donuts», cada palabra salió como un puñetazo en el estómago.

La miré. «Pero tengo que pesarlas». Se echó el pelo hacia atrás de forma rebelde. «No, no tienes que hacerlo. Y no me gusta que la gente aplaste mis donuts».Yo solo estaba tocando ligeramente la bolsa para contarlos. Pero nunca volví a hacerlo. Con más experiencia, aprendí a calcular el número de donuts por el peso de la bolsa. Aclaraba con el cliente si tenía alguna duda sobre la cantidad.

Catástrofe de arándanos en el pasillo 11

Después de escanear un envase de arándanos, me giré para colocarlos en una bolsa en el carrito del cliente. El envase se abrió y los arándanos rodaron por todas partes. El cliente reaccionó amablemente y me ayudó a recogerlos. Mientras tanto, el cliente del pasillo 10 gritó con gran dramatismo: «¡¡¡Catástrofe de arándanos en el 11!!!» a los coordinadores, que vinieron corriendo con una escoba.

Oferta de bebida de camino a casa

Una tarde, aparté una botella para una cliente. «¿Quiere bebérsela de camino a casa?». Había oído a otras cajeras preguntar sobre botellas de gaseosa u otras bebidas frías. Quería ofrecer esa opción a esta clienta. Al principio, la mujer no respondió. Le repetí amablemente mi pregunta. Me dirigió una mirada ilegible, y luego respondió. «No, no lo creo… eh… sobre todo porque es adereso francés para ensaladas».

«¡Dios mío! Pensaba que era jugo de tomate».

«¡Qué gracioso!», dijo, «me ha alegrado el día».

La protuberancia torácica

Me encanta el apoyo que recibo de mis coordinadores. Hay tareas que deben realizar en mi caja registradora a lo largo del día. Sacan los cheques de la caja, cuentan los rollos de papel de caja y de cupones y reponen las bolsas en mi estación de trabajo.

Normalmente estoy muy concentrada en cobrar los productos. Así que, me parece que mis coordinadores aparecen de la nada. No tengo visión periférica. Por lo tanto, cuando me doy la vuelta, a menudo chocamos. Los «¡Oh, lo siento!» vuelan de un lado a otro.

Una vez, extendí la mano para tomar el siguiente artículo para escanear, y mi mano se topó con un pecho bien dotado. No podía entender ese material blando. Definitivamente no era papel higiénico. Cuando retrocedí, pisé su pie y caí hacia delante. Nuestros pechos chocaron como si fuera un movimiento de baile bien planeado. Ella tosió con un sorprendido «¡Amy!».

Intenté ahogar mi risa avergonzada y balbuceé un «¡Lo siento!» con la cara roja.

Ahora, los coordinadores se anuncian y explican lo que están haciendo en mi caja.

T-Ball y Pasa Molas

Aunque intento escuchar a los clientes lo mejor que puedo, con frecuencia oigo algo distinto de lo que realmente dicen. Aparte de los errores obvios de tarro/carro y jamón/jabón, a veces se me ocurren interpretaciones únicas.

Cuando un cliente preguntó si teníamos «T-ball», no pestañeé. Llamé a un coordinador para preguntarle dónde estarían. Tenemos algunos artículos deportivos poco frecuentes.

Llegó la coordinadora y pronto me enteré de que lo que buscaba era una bola de queso («cheeseball» en inglés, que suena como «T-ball»), o eso pensaba. Estaba lista para dirigirla a la sección de refrigeradores en el área de productos donde guardamos los quesos especiales. Por suerte, mi coordinadora intervino y se ocupó de la petición. Se puso en camino y pronto regresó con un gran recipiente lleno de bolitas de queso.

Unos días después, otro cliente preguntó si teníamos «pasa molas». Me sonó a español. Siempre dispuesta a ayudar, dije que llamaría a la coordinadora para ver dónde podría estar. «Mi imagino que estará en alimentos congelados o en el pasillo de productos extranjeros,» le dije.

«¿Qué?» Recibí una mirada inquisitiva y de inmediato dijo: «No, no, no es importante».

Pero insistí. Cuando llegó mi coordinadora, le hablé de la petición de Pasa Molas.

Se giró sorprendida hacia mi cliente.

«Sólo… um… me preguntaba si tendrías un paquete de… bueno, ¿Rolaids?».

Sin hacer ningún comentario, mi coordinadora buscó rápidamente el producto para mi cliente, disipando cualquier vergüenza que el cliente o yo pudiéramos haber sentido.

Cada vez venía la misma coordinadora. Nunca mencioné que tuviera problemas de audición. Pero estoy segura de que ella sabía que tenía audífonos. Siempre parecía saber exactamente lo que el cliente quería desde el principio. Por otra parte, me sentía como si estuviera traduciendo un idioma extranjero.

La alarma en la salida de emergencia

Me desplazo con mi bastón blanco por la tienda y a veces me desoriento. Un día, tomé mi descanso como de costumbre. La puerta que conduce a la sala de descanso está entre los refrigeradores de la leche y la carne, en la parte trasera de la tienda. Pero aquel día, debí haberme alejado de mi camino habitual o caminado demasiado lejos sin darme cuenta de los límites. Cuando vi una puerta que me parecía familiar, la abrí.

De repente, sonó una alarma y me alejé, confundida. La sirena retumbó.

Dios mío, ¿dónde estoy? ¿Qué he hecho? ¡Oh, no! No vi la señal. Esa era la salida de emergencia. ¿Cómo llegué a la puerta equivocada? ¿Cómo pude perderme? Voy a la sala de descanso varias veces al día.

Como es típico en mí, cubrí la etiqueta con mi nombre y salí corriendo, moviendo furiosamente mi bastón blanco de un lado a otro. Volví sobre mis pasos, encontré la puerta correcta y me escondí en la sala de descanso. Finalmente, la alarma se detuvo. Mi respiración se calmó, y salí tranquilamente de la sala de descanso y me dirigí a mi caja.

No estoy segura de si mi secreto algún día salió a la luz. O si este crimen de «quién lo hizo» realmente importó al final. Mis labios estaban sellados, y nadie nunca me lo mencionó.

Compartir historias

Comparto estas historias porque muchas personas ciegas o con baja visión tienen dificultades para encontrar trabajo. ¿Alguna vez ha pensado en ser cajero y dejar que la tecnología le asista? Estoy segura de que si yo puedo hacerlo con solo un grado de visión restante, otras personas ciegas o con baja visión también pueden hacerlo. A pesar de los desafíos inesperados, con el apoyo adecuado, sí se puede hacer. Se necesita cooperación tanto de la gerencia como del cajero.

Mi coordinadora administrativa ve mis puntos fuertes más allá de mis problemas de vista y oído:

  • mis habilidades de atención al cliente,
  • mi sentido del humor y
  • mi fiabilidad.

También ayuda que mi cajón de dinero salga justo al final del día. Tengo cuidado de mirar siempre con mi lupa para devolver la cantidad correcta de dinero.

Reflexión

Soy cajera desde hace varios años. Los clientes siempre buscan mi línea y escriben comentarios positivos sobre mi trabajo. Este puesto me permite educar a mis compañeros y a los clientes sobre cómo encaja un empleado con baja visión en el entorno laboral. A pesar de todos los retos y de los clientes impacientes, los comentarios positivos de los clientes hacen que todo merezca la pena.

Estoy muy agradecida por las oportunidades que surgen en la tienda para disipar los mitos que frenan a las personas con ceguera, baja visión o sordoceguera. Se puede tener éxito con la tecnología adecuada, la voluntad de aprender unos de otros y el respeto mutuo. Unidos, ¡trabajamos mejor!


 About Amy Bovaird

Amy Bovaird, VisionAware Peer Advisor, is an author, inspirational speaker, and coach who is low vision and wears hearing aids. Visit her website at AmyBovaird.com.