This content is also available in:
English (Inglés)
Ann Chiappetta, doctora en Ciencias, ha oído decir que todo el mundo tiene tres carreras. Aunque se deleitó con las dos primeras carreras, es evidente que prospera en la tercera y actual carrera, como poeta y escritora.
Su primera carrera profesional fue en el comercio minorista, primero en la industria textil y luego en una empresa de diseño acrílico, donde aprendió a diseñar exhibidores y muebles en acrílico.
“Me encantaba ese trabajo”, cuenta. “Fue el último trabajo que tuve antes de perder la visión y tuve que dejarlo porque ya no podía ver los dibujos y las cosas que necesitaba para hacer mi trabajo”.
Eso no le impidió perseguir otra carrera como terapeuta familiar. Usó efectivamente lo aprendido en la Maestría en Ciencias en Terapia Matrimonial y Familiar de la Universidad de Iona, desenvolviéndose como terapeuta por 15 años antes de jubilarse en 2019.
Durante el recorrido, Ann siempre se encontraba escribiendo. Escribió mucho en la universidad, no sólo para obtener su licenciatura y su máster, sino también para asistir a clases de inglés, e incluso en su trabajo como terapeuta, redactando notas clínicas.
“Incluso antes de ir a la universidad, me había aficionado a la poesía y había tenido cierto éxito con poemas publicados en periódicos pequeños, revistas y otros medios”, asevera. “Tomar clases de inglés en la universidad también era algo muy creativo que me encantaba y seguí haciéndolo. Siempre me aseguré de tener tiempo para escribir sin descuidar el trabajo ni la familia. Y en 2016, publiqué mi primera colección de poesía y no me he detenido desde entonces”.
Adaptación a los cambios de visión
Cuando Ann quedó embarazada de su primer hijo a los 28 años, su médico le dijo que el embarazo “maduró” la retinitis pigmentaria (RP) que desconocía que padecía. En seis meses, perdió cerca del 60 % de su visión. En la actualidad, sólo tiene percepción de la luz debido a la RP y a la degeneración macular.
“Fue duro para mí y para mi marido, Jerry”, admite. “Lo que me daba aliento para seguir adelante era cuidar de mi bebé. Tuve que armarme de valor y hacerlo por él”.
Como muchas madres primerizas, Ann contó con la ayuda de muchas personas en su vida. Pero gracias a su oftalmólogo, la remitieron de inmediato a la Comisión de Ciegos de su localidad.
“Si no hubiera sido por él, probablemente no lo habría superado porque no sabía que podía”, dice. “Me asignaron un orientador y un consejero de salud mental, y una persona designada venía a mi casa a enseñarme de todo, desde manejar el bastón hasta cocinar o cuidar de mí misma y de mi familia. Esas habilidades concretas realmente me ayudaron a aprender a vivir sin visión en un momento en el que era esencial para mí hacerlo”.
No fue hasta finales de los treinta cuando Ann decidió conseguirse un perro guía. Hasta entonces, dice que no creía que era “lo bastante ciega”, pero su instructor de Orientación y Movilidad le dijo: “Claro que lo eres”.
Ann tuvo su primer perro guía en 2009 y ahora tiene el segundo, Bailey, un Labrador Retriever amarillo.
Reimaginar la creatividad
Aunque Ann lleva escribiendo casi toda su vida, en su sitio web dice que “suele referirse a su amor por la escritura como una compensación natural tras perder la visión en 1993. Mientras era una diseñadora de exhibidores y muebles en acrílico, Ann entrenó sus sentidos creativos para fluir de las artes visuales a las literarias”.
Admite que le llevó tiempo y disciplina, pero expresar su creatividad fue esencial.
“Tengo facilidad con las palabras”, dice Ann. “Escribir siempre ha sido un cable a tierra para mi, así que hago uso del tacto y de mis otros sentidos para seguir siendo creativa y ayudar a la gente a apreciar todo lo que intento crear”.
Ha publicado varios libros: poesía, una autobiografía, una colección de ensayos de no ficción, una colección de relatos cortos que incluye dos historias con protagonistas no videntes y una novela de ficción para jóvenes adultos. Los detalles sobre la compra de estos libros están disponibles en su sitio web.
Ann también se enorgullece de formar parte de una antología de obras de escritores con ceguera o visión reducida llamada Artificial Divide. “Me emociona mucho que mi historia se incluya junto con la de estas personas tan estimadas y talentosas”, afirma.
En 2015 recibió el premio Espíritu de la Independencia de la ONG (Westchester Disabled on the Move) y en 2019 el premio Guide Dog Users, Inc. Premio Lieberg-Metz de escritura.
Ann está disponible para ayudar a los demás cuando no se encuentra escribiendo, compartiendo su experiencia vivida. Promueve la concientización y la igualdad de las personas con discapacidad mediante visitas a escuelas secundarias y da charlas para ayudar a otras personas con ceguera o visión reducida a aprender sobre el estrés, aprovechando su formación como terapeuta.
“Perder la visión supone un ajuste, pero el cerebro lo compensa”, dice Ann. “Es una curva de aprendizaje hacer el cambio en tu cabeza, pero confío en mis otros sentidos, mi capacidad de escucha y mi apreciación del entorno que me rodea para encontrar la belleza en las cosas”.
Más información:
Ann compartió aún más sobre su carrera para en Conversaciones sobre Carreras Profesionales: