Un viaje sin compañía

Young adult sits alone on a rock in a contemplative manner overlooking mountains

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Nota del editor: Gabby Abeyta, una joven de dieciséis años con visión reducida, reflexiona sobre su primer viaje sin su familia, un viaje organizado de preparación para la universidad. Anima a otras personas no videntes o con visión reducida a asumir riesgos para ganar independencia y alcanzar sus objetivos.

Si bien viajar solo por primera vez puede parecer sencillo, a menudo, a las personas les cuesta reconocer los problemas a los que se enfrentaron para hacerlo. Todo el mundo tiene un lugar seguro del que no quiere irse, por ejemplo cerca de la familia o los amigos, o simplemente un lugar al que llama hogar. Asumir riesgos no siempre es fácil. No obstante, es importante desarrollar las habilidades para hacerlo como persona no vidente o con visión reducida, aunque al principio dé miedo. Cuando uno es joven, darse cuenta de que está creciendo y que pronto saldrá al mundo real a resolver cosas por sí mismo intimida. Es aconsejable aprovechar todas las oportunidades que se te presentan para independizarse.

Una decisión difícil

Para una persona joven, viajar de un día para otro de forma independiente es un paso fuera de la zona de confort, pero en el caso de las personas no videntes o con visión reducida, puede dar más miedo todavía. Lo digo por experiencia. Nunca había estado fuera de casa sin mi madre u otro adulto de confianza. La primera vez que salí de casa fue en una excursión de “Upward Bound” (UB). Quería ir para aprender, divertirme y ganar algo de independencia. Mucha gente de mi entorno me dijo que si no me parecía una buena idea ir, que esperara a que surgiera otra oportunidad cuando fuera más grande. Por otro lado, otras personas me decían que me tenía que arriesgar e ir. Me dijeron que solo podía salir bien o mal, y que podría aprender qué cambiar en el futuro. Finalmente, decidí ir y usar el viaje como un tiempo de prueba y error.

Mis miedos ante los viajes independientes

Nunca había participado en ninguna otra excursión de la UB. Aunque quería ir a los viajes, tenía miedo de separarme del grupo, desorientarme en un lugar desconocido o sentirme abrumada y no sacar mucho provecho de la actividad.

Nunca fui porque sentía que mi seguridad no estaba garantizada si no me acompañaba una persona en la que pudiera confiar plenamente. También me sentía incómoda porque sabía que el personal tenía otras personas a su cargo y era posible que me separaran del grupo. A veces me sentía excluida de las actividades porque el evento no estaba claro o era no era accesible para mí como persona con visión reducida.

Mi experiencia

Moraleja: este viaje era para visitar universidades dentro del estado, recorrer los campus y conocer sus ofertas. Fue un viaje de tres días que tuvo lugar durante el fin de semana del Día del Presidente. Nuestro principal objetivo era pasar tiempo en la Universidad Estatal de Nuevo México, en Las Cruces, Nuevo México. Durante esos días, también fuimos a la universidad de El Paso a ver un partido de baloncesto y a la universidad New Mexico Tech College, en Socorro. En general, fue una gran experiencia.

Pude practicar y demostrar mis habilidades de vida independiente al prepararme para el día, mantener mi ropa y mis necesidades organizadas, mantener limpias y ordenadas las zonas en las que estaba y estar donde se suponía que tenía que estar en el momento adecuado. Pude ver cómo será la experiencia de vivir sola en el futuro. Lo más importante es que me divertí y aprendí mucho. Pude relacionarme con mis compañeros y socializar. Uno de mis momentos favoritos del viaje fue ir a White Sands. Nunca había estado allí y fue muy divertido, ya que pude hacer algo que siempre había querido: deslizarme en trineo por la arena. Aunque al principio me daba miedo, valió la pena. No me arrepiento y ahora estoy abierta y preparada para todas las aventuras que me esperan.

Lecciones destacadas

En mi primer viaje de un día sin mi familia, aprendí que arriesgarse y salir de la zona de confort está bien. Si no nos arriesgamos no aprenderíamos lecciones y perderíamos muchas oportunidades. Aprendí que hay que tener la mente abierta y elegir las experiencias por las que se está dispuesto a correr riesgos. Si nos desafiamos a nosotros mismos, tendremos un futuro mejor. Para mí, el cielo es el límite y aconsejo a todos los jóvenes adultos que se diviertan y vivan tantas experiencias como puedan mientras sean jóvenes.

No hay segundas oportunidades para hacer algunas cosas, así que lo mejor es ir a por ello cuando se presenta la ocasión, aunque todo se vaya de las manos. Una de las cosas que me ayudó durante el viaje fue mantenerme en contacto con la familia. Es fundamental seguir recibiendo el acompañamiento de la familia o los seres queridos, hablar de las actividades y ser independiente Creo que todas las personas, videntes o no videntes, pueden hacer cualquier cosa que se propongan, aunque parezca imposible.