This content is also available in:
English (Inglés)
Zelda Gebhard no se identifica como una persona con visión reducida porque es mucho más que eso.
“Soy una persona completa”, dice. “Además de mi carrera profesional, soy esposa, madre y abuela. Tengo una vida plena con intereses y aficiones. No soy muy diferente de una persona que no tiene pérdida de visión. Hago las cosas de forma diferente a como las hacen otras personas”.
Zelda nació con la enfermedad de Stargardt, pero durante años no notó nada raro en su visión. Había ido a la escuela, se había graduado de la universidad y se había casado antes de empezar a trabajar como transcriptora médica cuando tenía 20 años. Fue entonces cuando se dio cuenta de que sus ojos se cansaban muy rápidamente. Todavía tenía una visión 20/20 según las tablas del oftalmólogo, aunque dice que tuvo que descifrar las letras.
Sin embargo, eso no la frenó. Durante los casi 15 años siguientes, Zelda pasó por varios puestos de trabajo en el hospital, incluido el de la Administración de Atención Médica como directora de servicios ambulatorios que gestionaba la clínica, supervisaba los ambulatorios y trabajaba con los médicos que venían a la ciudad.
Ser flexible para adaptarse a su visión
Poco después de que le diagnosticaran la enfermedad, a los 34 años, Zelda decidió que no era seguro para ella conducir. Ella y su marido, Steven, tienen cuatro hijos, así que se quedó en casa cuidándolos durante un tiempo. Pero echaba de menos su trabajo, así que empezó a trabajar con una empresa que subcontrataba transcripciones médicas, lo que podía hacer desde casa.
Más tarde, Zelda y Steven encontraron una solución aún mejor: empezó a trabajar en la oficina de su agente inmobiliario, y a Steven le venía bien dejarla de camino al trabajo. Se encargaba de tareas generales de oficina, como archivar, contestar al teléfono, actualizar la base de datos de clientes, etc.
“Me hizo bien salir de casa”, dice Zelda, “sobre todo porque los niños ya iban todos a la escuela”.
Aprender habilidades nuevas con el tiempo
Zelda estuvo18 años en ese puesto, en el que permaneció incluso después de que el propietario original vendiera la agencia, hasta que llegó la COVID-19. La oficina estaba al otro lado del pasillo de una farmacia y, como padecía una enfermedad autoinmune, Zelda pensó que era más seguro jubilarse, sobre todo porque estaba cerca de los 65 años.
Por supuesto, como la enfermedad de Stargardt es degenerativa, su visión se deterioró con el tiempo. Aunque trabajaba muy bien con ambos jefes, a menudo tenía que abogar por sí misma.
“A veces, subestimaban lo que podía hacer y no me pedían que hiciera ciertas tareas”, dice Zelda. “Pero estaban dispuestos a dejarme probar que podía hacerlo. Creo que para alguien sin pérdida de visión es difícil imaginar cómo podemos hacer las cosas, pero yo demostré una y otra vez que podía hacerlas”.
Por ejemplo, aprendió a utilizar la impresora/fax/escáner todo en uno memorizando todos los botones. Como no podía leer el identificador de llamadas en el teléfono, era muy buena para reconocer las voces de la gente cuando llamaban. Como Zelda ha ido perdiendo visión de forma gradual, dice que ha tenido “el lujo” de aprender cosas nuevas con el tiempo.
“Hay un poco de satisfacción cuando se conquista una tarea que requiere averiguar cómo hacerla de otra manera”, dice Zelda. “Especialmente con toda la tecnología disponible hoy en día, es más fácil que nunca seguir siendo productivo e independiente. No es fácil: requiere perseverancia y voluntad aprender cosas nuevas continuamente. Pero si no, podemos quedarnos atrás”.
Cómo mantenerse activo una vez jubilados
Puede que Zelda ya esté jubilada, pero sigue tan ocupada como siempre. Durante cinco años, fue presidenta de la Asociación de Personas No Videntes de Dakota del Norte, filial del Consejo Americano de Ciegos (ACB, por su sigla en inglés). Antes de eso, fue vicepresidenta y editora. También forma parte del consejo de publicaciones de la ACB y de otros dos comités nacionales. Además, es vicepresidenta primera y presidenta del Consejo Internacional de Ciudadanos con Visión Reducida (CCLVI, por su sigla en inglés) de la ACB. También es miembro activo de organizaciones comunitarias, incluida su iglesia.
Aunque utiliza una lupa de video y tiene lupas por toda la casa, a Zelda le queda suficiente visión como para no pasar todavía a un lector de pantalla. Solo necesita un bastón cuando se encuentra en lugares desconocidos, y sigue disfrutando de la jardinería y la costura, gracias a un accesorio que la ayuda a guiar las costuras rectas en la máquina.
“Una vez conocí a un hombre totalmente no vidente, y cuando le pregunté qué le gustaba hacer, me dijo que le gustaba desmontar cosas como cortacéspedes y volverlas a montar”, explica. “Pensé: ‘Si él puede hacer eso, yo aún puedo hacer muchas cosas’. Creo que podemos animarnos mutuamente a ser todo lo que queramos”.
Más información:
Zelda compartió aún más sobre sus experiencias profesionales y la adaptación a los cambios en su visión. Vea su entrevista en Career Conversation: