Atrofia del nervio óptico
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¿Qué es la atrofia del nervio óptico?
La atrofia del nervio óptico (ONA, por su sigla en inglés) es la degeneración o daño del nervio óptico: un conjunto de nervios que transportan la información visual del ojo al cerebro. Las causas de la ONA pueden ser hereditarias, traumatismos (incluidos los accidentes cerebrovasculares), tumores, disminución del suministro de oxígeno o de sangre, infecciones o trastornos.
La ONA tiene una amplia gama de efectos que dependen de la adecuación de los mensajes visuales que envían los ojos al cerebro, desde una discapacidad visual baja o nula hasta la ceguera casi total. La enfermedad puede afectar a un solo ojo o a ambos.
¿Cómo se diagnostica la atrofia del nervio óptico?
Los padres pueden notar una falta de contacto visual y de capacidad de respuesta visual en su bebé, por lo que lo llevarán a un oftalmólogo para que lo evalúe; alternativamente, un niño más grande puede quejarse por problemas de visión y acudir a un oftalmólogo para hacerse un examen ocular de rutina. Al dilatarse los ojos del niño, el oftalmólogo observará que el nervio óptico (antes sano) tiene un color pálido. Entonces, se hará el diagnóstico.
¿Existen tratamientos para la atrofia del nervio óptico?
La pérdida de la visión por atrofia del nervio óptico es permanente. Sin embargo, si la causa subyacente puede identificarse y tratarse con éxito, puede evitarse una pérdida de la visión mayor.
¿Cómo describiría la visión con atrofia del nervio óptico y cómo viviría mi hijo con ella?
Aunque es posible tener una visión normal con ONA, los niños y adultos con esta afección suelen experimentar una agudeza visual deficiente (visión borrosa) que no se puede corregir con gafas, pérdida del campo periférico (“visión en túnel”) o pérdida del campo de visión central, así como sensibilidad a luces brillantes y a los resplandores (“fotofobia”).
El docente de alumnos con discapacidad visual de su hijo debe realizar una evaluación funcional de su visión para determinar cómo ve en la vida cotidiana, y una evaluación de los medios de aprendizaje para determinar qué sentidos utiliza principalmente para obtener información del entorno. Estas evaluaciones, junto con una evaluación de la orientación y la movilidad realizada por un especialista en movilidad, proporcionarán al equipo la información necesaria para hacer recomendaciones específicas para que su hijo tenga mejor acceso al material didáctico y a su entorno.
Una persona con escasa agudeza visual puede tener dificultades para reconocer caras y expresiones faciales, y para acceder a la información detallada y de cerca. Si este es el caso, su hijo también puede beneficiarse de una mayor iluminación de la habitación y de las tareas; de valerse de tecnología de asistencia para escribir, leer, utilizar la computadora y acceder a la información con mayor facilidad; así como de utilizar técnicas y adaptaciones adicionales para realizar actividades con visión limitada.
Una persona con pérdida de visión central o periférica tendrá dificultades para obtener una información visual completa del entorno; se beneficiará del aprendizaje de habilidades de eficacia visual, como observar el entorno de forma organizada. Además, es probable que la persona se choque con obstáculos; debe aprender técnicas de orientación y movilidad (desplazamiento), como el uso de un bastón, para evitar los obstáculos.
Una persona con fotofobia puede beneficiarse de unas gafas de sol especiales (cristales polarizados ámbar), del uso de un sombrero de ala cuando esté al aire libre y de cerrar las persianas cuando esté en interiores si hay mucho resplandor.
Recursos para familias de niños con atrofia del nervio óptico