¡Qué nervios! El primer día de escuela: cuatro historias sobre la transición (escuela primaria, intermedia, secundaria y la universidad)
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La transición de los niños y adolescentes no videntes o con visión reducida a la siguiente etapa educativa (escuela primaria, intermedia, secundaria o universidad) puede resultar agobiante. Al igual que en la popular serie de libros infantiles ¡Qué nervios! El primer día de escuela (First Day Jitters), usted y su hijo/a en proceso de maduración pueden sentir nervios, ¡y muchos! Es posible que les preocupen las numerosas habilidades necesarias para tener éxito como persona no vidente o con visión reducida en un entorno escolar nuevo, con rutinas y escenas sociales desconocidas y desafíos académicos cada vez mayores.
Lo invitamos a leer las siguientes historias de transición. Primero, la mamá de Emma cuenta sobre cómo Emma se preparó para el jardín de infantes. Luego, Ally y su mamá comparten cómo prepararse para la transición a la escuela intermedia. Alejandro relata cómo se preparó para la transición a la escuela secundaria. Y, por último, Marie explica cómo se preparó para la transición a la universidad.
Al leer cómo cada niño o adolescente superó los obstáculos en cada transición, esperamos que se sienta un poco menos solo y que los nervios empiecen a desaparecer.
La transición del preescolar al jardín de infantes: Emma
Al principio, la transición al jardín de infantes de Emma, diagnosticada con retinoblastoma bilateral a los nueve meses, parecía abrumadora. Solo podía pensar en lo diferente que sería para Emma: un edificio nuevo, docentes nuevos, compañeros nuevos, rutinas nuevas. A Emma le cuesta adaptarse a los cambios. Y yo me muevo en la delgada línea entre preocuparme por ella y saber que conquistará cualquier cosa que la vida le depare. Afortunadamente, el equipo educativo de Emma sabía de qué ella era capaz y cuáles podían ser sus posibles dificultades, por lo que pudo prepararse en consecuencia. También sabían que Emma es más capaz de lo que a veces cree, y la motivan a dar lo mejor de sí misma. Trabajamos juntos para ayudarla a superar todos los obstáculos que se le presentaban, y lo hizo.
El año anterior a empezar el jardín de infantes, Emma hizo un año de preescolar y sobresalió tanto en el plan de estudios de educación general como en el aprendizaje del braille. Sabíamos que Emma tendría que enfrentarse a ciertos retos al comenzar el jardín de infantes. Iba a ir a una escuela diferente en nuestra comunidad, debía familiarizarse con un edificio nuevo y habría nuevos niños y nuevos procedimientos. Pero, además de adaptarse a las cuestiones a las que todos los alumnos deben acostumbrarse, también se enfrentaría a desafíos propios de un niño con discapacidad visual.
Cómo superar los obstáculos del jardín de infantes con servicios y adaptaciones
Multitudes y ruidos
Las multitudes y los ruidos fuertes siempre han desorientado a Emma. La ponen ansiosa e insegura. En el primer día en el jardín de infantes, los descansos para ir al baño con los demás alumnos fueron un problema. Entre el eco de las voces de los alumnos, el ruido de los secadores de manos y las ruidosas descargas de los inodoros, Emma no soportaba ir al baño con sus compañeros. Durante las primeras semanas de clase, le permitieron usar el baño de la oficina. Era privado y tranquilo, y Emma se sentía más cómoda allí siempre que la puerta estuviera entreabierta y supiera que su asistente individual, Katelyn, la esperaba justo fuera. Con el tiempo, aprendieron a tirar de la cadena y a utilizar el secador de manos con la puerta cerrada. ¡Esa primera vez fue una gran victoria!
Después de poder ir al baño privado de forma independiente, Emma y Katelyn empezaron a ir al baño para alumnos. Iban cuando no había nadie más presente y dejaban que Emma usara el baño sola. De esa manera, podía controlar cuándo oiría los ruidos fuertes relacionados con el baño, y creo que eso la ayudó a ganar confianza. Una vez que se sintió cómoda en el baño para alumnos, Emma comenzó a ir al baño con los demás. ¡Y lo hizo muy bien! Una tarea aparentemente común que la mayoría de las personas no pensaría dos veces le resultó difícil, pero con paciencia y ánimos, Emma la conquistó. Recompensarla con chocolate también ayudó.
La seguridad en el patio de recreo
Antes de que empezara el año escolar, nos reunimos con el equipo de educadores de Emma para hablar sobre el plan del año y resolver cualquier duda que tuviéramos. Salimos al patio de recreo para ver si había algún problema de seguridad. Emma prácticamente no tiene percepción de la profundidad, lo que le dificulta un poco moverse por el patio de recreo. Entonces, el primer paso fue pintar el borde donde la acera descendía hasta el mantillo, así como los escalones de los juegos del patio. La pintura amarilla brillante ayudó a Emma a saber que el piso se elevaba.
Nuestra docente de alumnos con discapacidad visual (TVI, por su sigla en inglés), Mindy, y Katelyn se mantenían cerca de Emma en el patio durante las primeras semanas de clases. Le enseñaron a utilizar los juegos con seguridad y la ayudaron a sentirse cómoda haciéndolo. A medida que avanzaba el año, Emma ya no necesitaba que Katelyn estuviera a su lado, por lo que podía apartarse y observar mientras Emma jugaba. En palabras de su docente: “Corre por el patio como si fuera la dueña del lugar”.
Las tareas visuales
Mindy y Katelyn conocían a Emma desde antes del jardín de infantes y estaban bien preparadas para la transición al nuevo año escolar. Pero al empezar el año, se dieron cuenta de que Emma necesitaba dispositivos de asistencia adicionales. Algo tan sencillo como seleccionar el color correcto de lápiz de color de la caja era difícil para Emma. Confundía los colores oscuros entre sí y varios tonos del mismo color. Así que Katelyn puso un trozo de cinta adhesiva en los colores que su docente quería que utilizara con frecuencia: azul “normal”, rojo, naranja, etc. A medida que se necesitaban más colores, Mindy trajo una tabla con gomas para sujetar los lápices de colores de la que Emma podía sacar los suyos. Con los colores dispuestos de a uno, podía elegir mejor el color correcto.
Emma utiliza otros dispositivos y técnicas para asistirla en el aula. Entre ellos, una tabla inclinada para mantener su trabajo en posición vertical. Mindy y Katelyn se dieron cuenta de que Emma necesitaba más luz mientras trabajaba, así que trajeron una lámpara para engancharla a la tabla inclinada. Durante el tiempo de enseñanza, también le mostraron a Emma cómo utilizar una CCTV (lupa de video), que puede encender y orientar hacia donde necesite para ver mejor lo que le muestra su docente. Además, cuando subraya palabras de uso frecuente y palabras que hay que saber, Emma utiliza un lápiz de gel naranja porque le resulta más fácil de ver que el marcador amarillo que utilizan los demás niños. También utiliza un bolígrafo de gel negro que se puede borrar, porque produce un trazo más grueso que el lápiz.
La hora del almuerzo
El jardín de infantes supuso otras experiencias nuevas para Emma más allá del entorno del aula. Yo preparaba el almuerzo para Emma todos los días, y también tenían una pausa para tomar la leche con un bocadillo cada tarde. La docente de preescolar de Emma le explicó cómo abrir determinados tipos de bocadillos y cartones de leche, pero el terapeuta ocupacional siguió trabajando en esas habilidades con ella a lo largo del año. Practicaron cómo manipular bolsas Ziploc, cartones de leche, bolsas individuales de diversos bocadillos y recipientes de comida de casa. También practicaron a subir y bajar el cierre de varios tipos de abrigos y camperas. Al final del año escolar, Emma podía realizar estas tareas sin ayuda.
Las amistades
Me preocupaba que los otros niños de la clase de Emma la trataran de forma diferente o que no se relacionaran con ella. En realidad, mis preocupaciones eran completamente infundadas. Los demás alumnos se encariñaron enseguida con Emma. Y si bien se fijaron en su bastón blanco y en que tenía otras herramientas para ayudarse en clase, no les molestó. Como sentían curiosidad y tenían algunas preguntas, con mi permiso, Mindy se sentó con ellos y les explicó por qué Emma necesitaba su bastón y otras adaptaciones. Les explicó que Emma era una niña como ellos y que podía hacer todo lo que ellos hacían, solo que quizá de una forma un poco diferente. Nunca tuvo problemas para jugar o hacer amigos.
Por supuesto, no me sorprende cuando me cuentan lo bien que le va con una cosa u otra. Sé que mi niña es fuerte e inteligente, y no deja de sorprenderme.
La transición de la escuela primaria a la escuela intermedia: Ally
El cambio puede ser aterrador, confiar en su hijo/a puede dar miedo y abogar por él/ella es agotador. Aún así, no puedo permitir que ninguno de mis sentimientos obstaculice o afecte la ilusión de mi hija Ally por pasar a la escuela intermedia. En los últimos años hemos trabajado para preparar a Ally, que padece albinismo oculocutáneo con nistagmo, para el nivel de independencia y defensa necesario para afrontar los retos de la escuela intermedia.
Cómo superar los obstáculos de la escuela intermedia con servicios y adaptaciones
Orientarse en un nuevo campus
Este último año, hemos añadido como servicio la orientación y movilidad (O&M, por su sigla en inglés). Las habilidades de orientación de Ally y su capacidad para seguir rutas la ayudarán a desenvolverse con éxito en una escuela mucho más grande y a cambiar de clase.
Antes de que empezara el año escolar, me puse en contacto con el orientador para que le diera más tiempo en la escuela para trabajar en sus habilidades de orientación y cambiar la cerradura de su casillero para que fuera más accesible. Además, hemos dedicado tiempo a su especialista en O&M para ayudar a Ally a desenvolverse rápidamente en la escuela.
La tecnología
Ally sigue aprendiendo trucos y atajos tecnológicos, ya que sabemos lo mucho que se utiliza la tecnología en la escuela intermedia.
Abogar por uno mismo
Ally se siente cada vez más cómoda defendiendo sus necesidades a través del ejemplo y la práctica. Seguimos apoyándola para que sea consciente de las adaptaciones de su Programa de Educación Individualizado (IEP, por su sigla en inglés) y de cómo puede pedir necesidades específicas en casa.
Mi hija está entusiasmada con la idea de entrar a la escuela intermedia y espera con ansias la nueva independencia y las experiencias sociales. Afronta cada reto con dignidad y como una oportunidad para educar a los demás sobre sus necesidades. Cree que su experiencia y su capacidad de defensa la han preparado para tener éxito en la escuela intermedia y en la próxima etapa.
La transición de la escuela intermedia a la escuela secundaria: Alejandro
Al principio, la transición a la escuela secundaria fue una experiencia difícil debido a las clases, los docentes y los sistemas nuevos. Sin embargo, las adaptaciones y los servicios proporcionados por el TVI y el especialista en O&M me ayudaron a superar esas dificultades.
Cómo superar los obstáculos de la escuela secundaria con servicios y adaptaciones
La vida social
Me dijeron que la secundaria sería dura académicamente; a mí no me lo pareció. En cambio, al principio, me resultó difícil desde un punto de vista social debido al aprendizaje a distancia durante la pandemia y a la reaclimatación a la escuela presencial después de la pandemia. Además, hay mucha más gente en la escuela secundaria que en la escuela intermedia, y la secundaria está más orientada a los grupitos.
En la escuela intermedia, prefería quedarme en el aula con un grupo selecto de compañeros y mi docente favorita en lugar de sociabilizar en la abarrotada zona del almuerzo. La profesora nos animó a salir con el resto de los alumnos en el almuerzo para conocer gente nueva y nos explicó que sería una buena preparación para hacer nuevos amigos en la escuela secundaria. Pensándolo ahora, tenía razón. Hacer nuevos amigos fue el ajuste más difícil de la escuela secundaria, pero con el tiempo encontré buenos amigos y ya no es un problema.
Las adaptaciones académicas
Para acceder a la enseñanza, llevé al nuevo campus mi BrailleNote, una computadora portátil con JAWS y un lector de pantalla. También aprendí a usar el iPad con VoiceOver. Además, elegí utilizar el correo electrónico en lugar de Canvas, ya que Canvas no es fácil de usar con un lector de pantalla.
Orientarse en un campus desconocido
Aunque se podría pensar que orientarse en el nuevo campus sería una transición difícil, recibí capacitación en orientación y movilidad una semana antes de que empezara el año escolar y, ahora, me siento cómodo para llegar a mis clases. De hecho, como alumno de liderazgo, ¡ahora hago visitas guiadas del campus a los nuevos estudiantes!
La transición de la escuela secundaria a la universidad: Marie
Tengo amaurosis congénita de Leber (LCA, por su sigla en inglés), una enfermedad ocular degenerativa que me dejó parcialmente ciega hasta los 14/15 años, edad en la que perdí el resto de mi visión. En los años previos a mi graduación de la escuela secundaria, mis familiares, el TVI, los instructores de orientación y movilidad y los mentores me recalcaron la importancia de abogar por mí misma. Me animaron a ser mi mejor defensora. Al fin y al cabo, nadie me defendería mejor que yo.
Cómo superar los obstáculos de la escuela secundaria con servicios y adaptaciones
Cómo elegir una universidad
A la hora de elegir universidad, empecé por conocer la oficina de servicios para discapacitados de cada institución y hablar con las distintas oficinas para averiguar cuál ofrecía los mejores servicios y, al mismo tiempo, satisfacía mis necesidades y deseos académicos y sociales. Cuando encontré una que se ajustaba a mis necesidades, hablé más con su oficina, les expliqué mi discapacidad y les mostré las herramientas y la tecnología que utilizaba. Me informaron sobre las adaptaciones académicas y de alojamiento, entre otras, para las que cumplía los requisitos, y yo puse de mi parte para comunicárselas a mis docentes cuando llegó el momento.
Cómo obtener las adaptaciones universitarias
Para obtener adaptaciones, primero envié a mis docentes un correo electrónico presentándome y hablando brevemente de mi discapacidad y de la tecnología que uso. Entonces les pregunté si podíamos reunirnos en persona para seguir hablando de este tema. Lo hice para que tuvieran la oportunidad de hacer preguntas y asegurarme de que su curso fuera accesible. Esto me permitió asegurarme de que se comunicaban adecuadamente con los servicios de discapacidad para resolver cualquier situación que fuera accesible. En general, este método me ha funcionado.
Los docentes pudieron entender cómo aprendía, despejar cualquier duda que tuvieran antes de empezar el semestre y conocerme como persona. Esta forma de abogar por mí misma fue fácil. Además, fue gratificante y me llevó a tener relaciones positivas con mis docentes. Aprendieron cómo enseñar a una persona no vidente y, a través de nuestras conversaciones, aprendieron sobre lo que conlleva la ceguera en general. Se sintieron cómodos haciendo preguntas y se interesaron por saber más sobre los obstáculos a los que se enfrentan las personas no videntes y cómo pueden ayudarlas.
No obstante, algunos de los docentes no estaban dispuestos a aceptar mis adaptaciones. En esas situaciones difíciles, siempre recordaba lo que me habían enseñado en años anteriores. Tenía que seguir defendiendo, alzando la voz y luchando por mi educación; cuando lo hice, los docentes acabaron accediendo. A veces, participaba en los servicios para discapacitados, y ese apoyo adicional era útil. Fue un recordatorio para esos docentes de que no tenían elección a la hora de seguir o no mis adaptaciones. Era la ley, y tenían que cumplirla.
Cómo moverse por el campus
Uno de los retos relacionados a mis habilidades durante mi transición a la universidad fue la movilidad. Todo el mundo tiene este problema: desplazarse por el campus sin conocerlo. Pero cuando se es una persona no vidente o con discapacidad visual, orientarse y recorrer el campus puede suponer un desafío adicional. Sin embargo, descubrí que solo se necesita práctica.
Recibí un poco de capacitación en orientación y movilidad justo antes de empezar la universidad, y en esa época también me convertí en adiestradora de mi perro guía, Raisin. Aun así, aprendí viajando y perdiéndome varias veces. Aprendí los nombres de las calles, construí un mapa mental y repasé repetidamente las rutas. También aprendí a pedir ayuda cuando la necesitaba.