Conjuntivitis

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¿Qué es la conjuntivitis?

La conjuntivitis es la inflamación de la conjuntiva, que es el tejido fino y translúcido que recubre la superficie interna del párpado y la superficie externa de la esclerótica, un revestimiento exterior blanco y duro, o pared, de tejido fibroso que cubre todo el globo ocular excepto la córnea.

La conjuntivitis suele asociarse al enrojecimiento de la parte blanca de los ojos, sensibilidad a la luz (fotofobia), lagrimeo excesivo, molestias oculares (sensación de arenilla, picazón, quemazón) o secreción.

Hay muchas causas diferentes de conjuntivitis. Algunos tipos de conjuntivitis son infecciosos, mientras que otros no lo son. Por lo general, pueden diferenciarse unas de otras basándose en los antecedentes y en un examen realizado por un oftalmólogo.

Conjuntivitis infecciosa

“Infecciosa” significa que la persona con conjuntivitis infecciosa puede transmitirla a otra persona. Hay varios tipos de conjuntivitis infecciosas: virales y bacterianas, incluidas las gonocócicas y las clamidiales:

1. Conjuntivitis viral

La causa de la mayoría de los casos de conjuntivitis infecciosa son virus. A menudo, la conjuntivitis viral se asocia a una infección de las vías respiratorias altas, un dolor de garganta o un resfriado, o es posterior a ellos, y suele ser bilateral (afecta ambos ojos).

El virus más comúnmente responsable es el adenovirus, que tiene 51 subtipos. Tres serotipos de adenovirus (8, 19 y 37) pueden causar una forma más grave de conjuntivitis denominada queratoconjuntivitis epidémica (EKC, por su sigla en inglés). Un serotipo es un grupo de microorganismos estrechamente relacionados con un conjunto de respuestas inmunitarias características. Los síntomas de la EKC suelen ser más graves, su evolución es más larga y afecta la córnea.

Por lo general, la conjuntivitis viral se resuelve sin tratamiento, en aproximadamente una semana.

Dado que estos virus son muy contagiosos, es importante tomar precauciones para evitar la transmisión: evitar tocarse los ojos y lavarse las manos con frecuencia. Dado que las lágrimas desprenden partículas del virus, las personas con conjuntivitis viral no deben compartir almohadas ni toallas con otras personas mientras estén infectadas. Quienes trabajen con personas enfermas o niños deben considerar la posibilidad de ausentarse del trabajo hasta que se haya resuelto la infección.

Los síntomas pueden aliviarse con lágrimas artificiales (frías para un efecto calmante) o compresas frías. Las gotas o pomadas antibióticas no están indicadas, ya que son antibacterianas, no antivirales. En raras ocasiones, en la conjuntivitis asociada a una infección herpética, puede prescribirse un agente antiviral en forma oral o de gotas oftálmicas.

Si la inflamación o la afectación corneal son importantes, pueden prescribirse corticoides, aunque no suelen acortar el curso de la enfermedad.

Las personas a las que se les han recetado esteroides requieren un seguimiento de cerca, ya que los esteroides pueden provocar varios efectos secundarios graves: aumento de la presión intraocular (dentro del ojo); desarrollo de cataratas; aumento de la presión dentro del ojo; y, posiblemente, glaucoma si se utilizan a largo plazo.

Para evitar un rebote de la inflamación y de los síntomas al suspender los corticoides, el tratamiento con corticoides debe reducirse cuidadosamente bajo la supervisión de un oftalmólogo en lugar de suspenderse bruscamente.

2. Conjuntivitis bacteriana

La conjuntivitis bacteriana puede ser consecuencia de diversas bacterias, desde las que residen habitualmente en la piel (Staph aureus) hasta bacterias más agresivas (Neisseria gonorrhea). La conjuntivitis bacteriana suele ser bilateral (ambos ojos), aunque puede haber un retraso de varios días para la aparición en el segundo ojo. Se suele observar una secreción espesa con aspecto de pus en los ojos.

Algunas conjuntivitis bacterianas se resuelven espontáneamente sin tratamiento, aunque los antibióticos pueden acelerar la recuperación y prevenir la reinfección. Para tratar la conjuntivitis bacteriana, el oftalmólogo tomará una muestra de la secreción ocular para determinar qué tipo de bacteria está causando la infección y adaptar el tratamiento en consecuencia. Suelen recetarse gotas o pomadas antibióticas.

Dado que estos virus bacterianos son contagiosos, es importante tomar precauciones para evitar la transmisión: evitar tocarse los ojos y lavarse las manos con frecuencia.

3. Conjuntivitis gonocócica

En raras ocasiones, la conjuntivitis bacteriana puede estar causada por bacterias agresivas como la Neisseria gonorrhea (conjuntivitis gonocócica). Se trata de la misma bacteria asociada a las enfermedades de transmisión sexual. Las personas diagnosticadas con esta afección deben someterse a pruebas generales de enfermedades de transmisión sexual (ETS), y sus parejas también pueden requerir una evaluación.

La conjuntivitis gonocócica puede ser bastante grave, y las bacterias pueden penetrar en la córnea, provocando úlceras corneales e incluso perforación e infección dentro del ojo.

La conjuntivitis gonocócica requiere un tratamiento agresivo, que incluye antibióticos intramusculares o intravenosos (por lo general, ceftriaxona) y antibióticos tópicos potentes administrados con frecuencia. Si hay coinfección con otras ETS, también deben tratarse.

4. Chlamydia Trachomatis

La infección por clamidia también puede causar conjuntivitis. La Chlamydia trachomatis es una bacteria de la que existen múltiples serotipos. Un serotipo es un grupo de microorganismos estrechamente relacionados con un conjunto de respuestas inmunitarias características. Los serotipos D-K causan enfermedades de transmisión sexual, así como conjuntivitis.

La Chlamydia trachomatis suele propagarse de forma génito-ocular u ocasionalmente de ojo a ojo. Los síntomas suelen ser enrojecimiento, irritación y lagrimeo, y pueden ser crónicos, durar meses, a veces mejorar y otros ser recurrentes. También puede haber afectación de la córnea.

La infección de este tipo se diagnostica mediante cultivos o mediante la reacción en cadena de la polimerasa (PCR, por su sigla en inglés), una prueba para detectar los genes o el ADN de Chlamydia. El tratamiento consiste en gotas o pomadas tópicas y antibióticos sistémicos por vía oral (a menudo, doxiciclina o azitromicina). La persona y su pareja también deben derivarse a pruebas de ETS.

Los serotipos A-C de Chlamydia pueden causar una inflamación conjuntival crónica denominada tracoma. El tracoma, aunque poco frecuente en Estados Unidos, es la principal causa de ceguera evitable en el mundo.

Esta afección está asociada a la inflamación y cicatrización de la conjuntiva y la córnea. La inflamación y la cicatrización de los párpados pueden alterar la posición de los párpados y el crecimiento de las pestañas y provocar triquiasis, una afección en la que las pestañas tocan la córnea y pueden causar daños en la superficie corneal.

Con el tiempo, el tracoma puede provocar la opacificación (enturbiamiento) de la córnea y la disminución de la visión. Los especialistas en córnea tratan el tracoma, y la infección activa requiere antibióticos sistémicos (por lo general, azitromicina, doxiciclina o eritromicina) y tópicos. Las consecuencias a largo plazo de esta afección en los párpados se tratan con cirugía para corregir la posición del párpado o triquiasis.

Las cicatrices corneales se reparan mediante cirugía corneal, normalmente mediante trasplante de córnea (queratoplastia penetrante), en la que se sutura una córnea de donante humano para sustituir la córnea opacificada y dañada.

También puede hacerse una queratoprótesis, mediante la cual se sustituye la córnea opacificada por una córnea artificial, especialmente si otros trasplantes de córnea anteriores no funcionaron o si existe la posibilidad de un alto riesgo de que el trasplante no funcione.

Conjuntivitis alérgica

La conjuntivitis alérgica es la inflamación de la conjuntiva causada por sustancias alergénicas, como el polvo, el polen y la caspa de los animales domésticos. Estas sustancias activan el sistema inmunitario y fomentan la liberación de las células (llamadas mastocitos) de sustancias químicas inflamatorias, como la histamina. Esto provoca enrojecimiento, irritación, lagrimeo, sensibilidad a la luz y picazón. Es probable que las personas con conjuntivitis alérgica tengan antecedentes de otros síntomas alérgicos, como estornudos, picazón de nariz y secreción nasal.

La conjuntivitis alérgica puede tratarse evitando los desencadenantes conocidos y mediante gotas tópicas que estabilizan los mastocitos responsables de la inflamación (lodoxamida, cromoglicato y otros), actúan como antihistamínicos (levocabastina, emadastina y otros) o ambos (olopatadina, ketotifeno y otros).

En casos graves, pueden ser necesarios los corticoides. También puede utilizarse ciclosporina, unas gotas antiinflamatorias. Los antihistamínicos orales y los antialérgicos también pueden ser útiles. Las lágrimas artificiales pueden ayudar a eliminar las partículas alergénicas de la superficie ocular y calmar el ojo.

Otros dos tipos de conjuntivitis alérgica son menos frecuentes que la conjuntivitis alérgica típica: la queratoconjuntivitis atópica y la conjuntivitis vernal:

1. Queratoconjuntivitis atópica

La queratoconjuntivitis atópica se observa en personas con antecedentes de atopia (eccema, asma y alergias), en las que se produce una inflamación alérgica de la conjuntiva y la córnea. Se trata de un trastorno bilateral (ambos ojos) que puede provocar una inflamación importante y cicatrices en los párpados, la conjuntiva y las córneas. Suele tener un curso crónico que mejora y recae y puede causar cicatrices suficientes para provocar la pérdida de visión.

El tratamiento de la queratoconjuntivitis atópica es similar al de la conjuntivitis alérgica, pero pueden ser necesarios antiinflamatorios o inmunosupresores más agresivos para bloquear la respuesta inmunitaria responsable de esta afección. La queratoconjuntivitis atópica puede provocar cicatrices corneales importantes en fase terminal que pueden requerir un trasplante de córnea.

2. Conjuntivitis vernal

La conjuntivitis vernal es un trastorno alérgico bilateral (ambos ojos) recurrente que se observa con mayor frecuencia en niños, especialmente varones. Tiende a resolverse en la edad adulta, aunque algunos desarrollan queratoconjuntivitis atópica. Las personas con este tipo de conjuntivitis también tienen antecedentes de atopia (eccema, asma y alergias). Los síntomas alcanzan su pico máximo según la estación, con mayor frecuencia durante la primavera y el verano, aunque pueden aparecer síntomas leves durante todo el año.

Las conjuntivas se enrojecen, se hinchan o se irritan. Puede haber un anillo o depósitos inflamatorios gelatinosos blancos dispersos en la zona limbal (donde la conjuntiva se une a la córnea). La córnea puede presentar erosiones, úlceras y un crecimiento anormal de los vasos sanguíneos.

El tratamiento consiste en gotas tópicas como las descritas anteriormente para la conjuntivitis alérgica. Con frecuencia, se necesitan gotas de corticoides para calmar un brote de la enfermedad. Ocasionalmente, son necesarios agentes antiinflamatorios sistémicos para la enfermedad grave, y también puede ser necesaria la cirugía para las placas corneales (una acumulación de tejido en la córnea) o las úlceras corneales que no cicatrizan.

Otros tipos menos frecuentes de conjuntivitis

La conjuntivitis también puede deberse a la irritación local provocada por las lentes de contacto o las gotas tópicas, o por diversas afecciones oculares menos frecuentes que pueden diagnosticarse mediante un examen oftalmológico.

Por la Dra. Mrinali Patel Gupta